Tras varios años de
desarrollo, Ken Levine y su equipo Irrational Games, nos han traído al fin
uno de los títulos más esperados de los últimos año. Además, no solo por ser
una nueva entrega en la saga BioShock, sino por el hecho de la vuelta del gran
Levine al proyecto BioShock. Recordemos que el propio autor se desvinculó de la
segunda entrega, por tener diferencias creativas, en cuanto por donde tenía que
ir encaminada dicha secuela.
A la hora de abordar el
análisis de BioShock Infinite hay
que tener clara una cosa, analizamos el juego que tenemos, el producto final
que ha llegado a nosotros. Hasta la medida de lo posible, voy a intentar dejar
a un lado la gran cantidad de diarios de desarrollo y las primeras demos, que
distan mucho del resultado final. Incluso dejaré a un lado el hecho del cambio
de idea en cuanto al modo multijugador, y la salida de trabajadores de la
compañía.
Bajo estas premisas nos
ponemos en marcha hacia Columbia,
ciudad flotante, la cual va por libre, separada por completo del control de los
Estados Unidos. Aquí nos encontraremos un gran guiño a la primera entrega de
BioShock, dado que el punto de partida de Infinite es nuevamente un faro. Y
desde dicho faro, somos lanzados hacia Columbia, y ya os adelanto queridos
amigos, que son probablemente los minutos que más he disfrutado visualmente de
un videojuego (exceptuando a Journey). La primera imagen que nos llega de
Columbia es de tal belleza que hará que nos quedemos boquiabiertos, la grandeza
de esa ciudad del cielo provocará en nosotros una compulsiva obsesión por
observar cada pequeño recoveco de la ciudad.
Llegamos a Columbia, y nos encontramos
ante una inusual exaltación religiosa, hasta tal punto que para poder ser
admitidos dentro de su sociedad y que nos abran sus puertas, previamente
debemos ser bautizados. Y como líder o cabeza más representativa de ese fervor
religioso, nos encontramos a Zachary Hale
Comstock, autoproclamado profeto o pastor de Columbia.
Todo el movimiento religioso
que nos encontramos en Columbia gira alrededor de Comstock, el cual dio a los
ciudadanos un nuevo Eden como es Columbia, y que trajo a sus ciudadanos su
semilla, la semilla del pastor. El problema viene, cuando el que se proclama
profeta tiene la visión de la realidad un tanto distorsionada, postrando a la
raza negra y a los irlandeses como ciudadanos de segundo, incluso de tercera.
Comstock defiende de una manera férrea el modo de vida de los padres fundadores
Jefferson, Washington y Franklin, aunque se coge los ideales de
estos personajes históricos con papel de fumar, ya que, aunque en la época que
vivieron había desigualdad social y racial, ninguno de ellos defendió la
esclavitud.
De algún modo, Ken Levine, nos muestras el tipo de
sociedad en la que nos encontramos, pero en ningún momento se moja más allá de
lo que nos está mostrando. Sí que podemos encontrar una cierta crítica en
cuanto a la sociedad americana y su relación con esa famosa enmienda que
permite a sus ciudadanos la posesión y uso de armas de fuego. Podemos
encontrarnos incluso críticas a la industria tabacalera, dado que en cierto
momento podemos ver tabaco para niños, o la propia búsqueda de motivación para
que los niños aprendan a disparar.
Por lo demás, nos
encontramos ante un nivel de detalle y ambientación que hará que nuestras
primeras horas en Columbia se conviertan en una continua búsqueda por el
detalle, analizando y rastreando cada recoveco de esta ciudad idílica, o quizás
no tanto. Dado que en los interiores de los corazones de muchos ciudadanos se
está fraguando los inicios de una revolución. Los “Vox Populi” (Voz del pueblo en latín) liderados por Daisy Fitzroy,
llevarán hasta el final un levantamiento contra Comstock y su perfecta sociedad
en la que no tienen cabida los Vox. Y aquí he de citar una de las frases que
más de una vez repito en mi cabeza a lo largo de la vida que llevo: Todo
aquel que luche contra monstruos, ha de procurar que al hacerlo no se convierta
en otro monstruo. Y es que si la sociedad de Columbia ha sido cruel con
los Vox Populi o por así decirlo, con los más desfavorecidos, la respuesta de
Filtroy y su gente, alcanzará de los niveles más crueles que puede alcanzar el
ser humano.
Sin profundizar más en la
historia, nuestra misión es la que es, buscar a Elizabeth y traerla de vuelta, y ya os aseguro queridos amigos, que
las cosas no son lo que parecen y que durante nuestro camino encontraremos más
de una sorpresa, que solo vuestro caminar os podrá descubrir. Hasta aquí es
donde os voy a contar de la historia, probablemente una de las mejores
historias que se han llevado al mundo de los videojuegos. Prepararos para más
de doce horas de una historia que os tendrá enganchados a vuestro pad, y que os
provocará un ansia voraz por ver lo que nos encontramos al girar la siguiente
esquina de Columbia. Ojo al dato, estad muy atentos a la búsqueda de Voxophonos
y los Kinetoscopios, que ampliaran la historia o esclarecerán algún punto
oscuro en la historia.
En cuanto al apartado
jugable, es casi con toda seguridad la entrega más pre dispuesta a la acción,
en parte por el carácter belicista de nuestro protagonista, y también por la
situación histórica en la que nos encontramos, ya que en 1912 estamos a las
puertas de la primera gran guerra que sacudió Europa, por lo cual estamos en
pleno auge armamentístico. Y aquí es donde entra uno de los pequeños puntos
negativos de Infinite, el tema armas. Si en las dos anteriores entregas
podíamos llegar a coger cierto tipo de cariño a un arma en especial, aquí lo
perdemos por completo. Y de acuerdo que coger cariño a un arma suena a algo muy
de coña, pero en las dos primeras entregas se tenía ese cierto cuidado por el
detalle, para que las armas no pasaran desapercibidas. Si recordáis en la
primera entrega y en la segunda, podíamos ir a las maquinas Poder para el
Pueblo, donde podíamos hacer algún tipo de modificación tanto técnica como
estética a nuestra arma. En Infinite, tenemos la opción de mejorar nuestras
armas pero de una manera mucho más fría y casi sin notar ese tipo de ventaja
que acabamos de adquirir. Añadir al apartado armas el Skyhook, ese instrumento que nos servirá para poder desplazarnos
por los muy limitados carriles, y que además nos servirá para atacar a nuestros
enemigos. De hecho si a un enemigo le sale una calavera encima de la cabeza, es
porque está a falta de un disparo o un golpe para morir, si le atacamos en ese
momento con el Skyhook comprobaremos lo letal que puede ser este instrumento.
Como no, destacar los vigores, los ya conocidos por todos, plásmidos,
ahora rebautizados. Son de lo más espectacular y letales, y la verdad que en
más de un enfrentamiento son muy de
agradecer ya que nos permitirán planear una pequeña estrategia para acabar de
una manera más eficaz con nuestros enemigos. Pero no todo lo que reluce es oro
queridos amigos, y aquí os introduzco otra segunda gran pega para Infinite. El
tema vigores es un tema un tanto peliagudo, dado que la gran historia que nos
muestra Ken Levine y su equipo, tan madura que trata de un modo tan bueno al
jugador, no encaja el tema vigores. Personalmente creo que el tema vigores se
ha puesto para contentar a los fans, y como fan lo agradezco porque me he
divertido mucho usando cada tipo de vigor; pero si lo veo como analista, no cuadran en una historia como Infinite. De
hecho el claro ejemplo es que los últimos vigores que adquirimos, prácticamente
ni los utilizamos, por no decir que el adquirir mejoras es un drama, dado que
podríamos pasar sin adquirir ninguna o como mucho tomando la que nos consume
menos sal a la hora de usar tal vigor. Las sales, por cierto, son lo que
utilizamos para usar los vigores, lo que en los primeros BioShock conocíamos
como Eve.
Una de las novedades que nos
encontramos en esta entrega, es la aparición de un escudo que en anteriores
entregas no teníamos. Dicho escudo nos va a resultar bastante útil, dado que al
menos unos cuantos golpes o disparos nos aguantarán, y ya os digo que en dificultades
mayores se agradece ese para de disparos de salvación.
El tema enemigos es un poco irregular dado que muchas cosas que nos
prometían se han ido por el desagüe. Los enemigos, por así decirlo, más
normales o soldados random están bastante bien, tanto en lo que inteligencia
artificial se refiera como en variedad. Los conocidos Heavy Hitters están muy bien aunque van perdiendo su emoción según
avanzamos el juego, ya que en los tramos finales estamos mucho más curtidos y
por lo cual menos abiertos a sorpresas. Y aquí os traigo otro punto negativo
que en mi opinión tiene esta entrega, los Handyman.
Si amigos, ese enemigo grandote, mitad hombre mitad máquina, bueno más máquina
que hombre, que por lo que creíamos, iba a ser un hueso duro de roer durante
nuestras aventuras, y ya os digo chicos que ni mucho menos. Pocos son los
Handyman que nos aparecen durante Infinite, y dejan mucho que desear, no les
llegan ni a la suela de los zapatos a los conocidísimos Big Daddy de BioShock.
La dificultad ha sido muy
bien tratada en esta entrega, y dado que os considero jugones de toda la vida,
os recomiendo que os pongáis el juego en el modo más difícil. Y como regalito
para poder amortizar el buen precio que pagamos, al pasarnos el juego
desbloquearemos el modo 1999, que hará
que sudemos tinta como en aquellos tiempos.
En cuanto al nivel gráfico
el Unreal Engine 3 hace maravillas
con este juego, siendo la versión de Pc, obviamente, la mejor tratada. En esta
ocasión, la versión que hemos analizado es la de PlayStation 3, y ya os podemos
asegurar que sin buscar un nivel gráfico altísimo, la obra de Irrational Games
se ve genial, consiguiendo lo que busca, dar vida a una ciudad en los cielos y
a todos sus ciudadanos. Podemos apreciar unos tonos muy vivos en el inicio del
juego que va tornándose a tonos más grises según vamos avanzando en la
historia.
Y como se nos cuenta en
Columbia, “podemos escuchar la música del mañana”. La banda sonora y la
música que nos acompaña en nuestra historia son básicamente espectaculares. De
la mano del compositor Garry Schyman
vamos a ser conducidos por unos temas increíbles que nos van a meter más si
cabe en esa grandísima ambientación. A destacaer la canción que canta un grupo
coral, Only God Knows de los Beach Boys, o la canción Girls Just Wanna go Fun
de Cindy Lauper que suena en una especie de organillo.
Conclusión:
En definitiva, nos
encontramos ante uno de esos títulos que exprimen al completo el potencial de
nuestras consolas en este fin de generación. Apoyándose en una grandísima
historia y consecuentemente en un mejor guion, BioShock Infinite es un
grandísimo juego, aunque tanta grandeza no quita para tener algún que otro
“pero”. No son muchos ni muy graves los errores de Infinite, pero es tan obvio
que la jugabilidad y ciertos detalles del desarrollo, no llegan a la altura de
una historia tan bien cuidada, que da rabia. Personalmente y tras ver saborear
el grandísimo final, que a más de uno dejará boquiabierto, todo se tiñe ante mi
de un verde esperanza. Si amigos, esperanza que muchas compañías puedan tomar
el testigo de Ken Levine y su equipo, y vuelquen su esfuerzo en conseguir una
historia tan redonda y adulta, y que sepan ver los pequeños “peros” y hacer
quizás y solos quizás, la obra maestra que todos esperábamos de BioShock
Infinite.
NOTA:
8.9
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